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BEATO FRANCISCO PALAU
Francisco Palau y Quer, fundador de las Carmelitas Misioneras, nació en Aytona, Lérida, el 29 de diciembre de 1811, consciente de su llamada al Carmelo Teresiano, hizo su profesión en momentos difíciles para la vida religiosa y su respuesta fue irrevocable:
"No ignoraba yo el peligro apremiante a que me exponía... me comprometí, sin embargo, con votos solemnes, a un estado cuyas reglas creía poder practicar hasta la muerte, independiente de todo humano acontecimiento... De ningún modo temía que las revueltas políticas de la sociedad me hubieran podido ser obstáculo para el cumplimiento de mis votos".
Estudió filosofía y teología en el Seminario de Lérida. Profesó como Carmelita Descalzo el 15 de noviembre de 1833. Por los azares políticos producidos en España, fue exiliado a Francia desde 1840 a 1851. En los alrededores del santuario de Nuestra Señora de Livrón llevó una intensa vida solitaria en 1843. Regresó a España en abril de 1851; se incardinó en la Diócesis de Barcelona y fundó la "Escuela de la Virtud" en noviembre del mismo año.
La Escuela de la Virtud se convirtió en un modelo de enseñanza catequética en la Iglesia de Barcelona. En poco tiempo, la escuela creció y se diversificó hasta convertirse en cátedra de enseñanza superior.
En las islas Baleares fundó las congregaciones de los Hermanos y de las Hermanas Carmelitas. En 1872 redactó y publicó las Reglas y Constituciones de la Orden Terciaria de Carmelitas Descalzos, que se imprimieron en Barcelona. Enamorado del silencio, del retiro y de la soledad, se sintió un predicador incansable, un apóstol de actividad múltiple y desbordante.
Los sectores anticlericales y revolucionarios de Barcelona se dieron cuenta de que Palau les estaba ganando terreno entre la clase proletaria y movilizaron la prensa sectaria y multiplicaron sátiras y calumnias contra la Escuela culpándola de las huelgas laborales, la autoridad militar la clausuró y desterraron a Palau.
Llegó a Ibiza, prisión del Estado, calumniado, perseguido y vigilado, afrontó una difícil situación, calló, oró y dejó que pasara el tiempo. Rehízo su estilo vocacional, de la soledad al servicio apostólico y de éste al silencio contemplativo. Los seis años de destierro se convirtieron en un regalo de Dios.
Palau erigió el Santuario Mariano de la isla, presidió misiones que mejoraron las costumbres de la población, llevó una vida sobria, de oración y de fraternidad, acompañó a la gente sencilla que solicitaba su ayuda para el camino.
Años más tarde, descubrió el misterio de la Iglesia y se entregó totalmente a su servicio, dio su vida a su familia religiosa, quienes llevarían su antorcha vocacional por todo el mundo a través del tiempo y de las culturas. La Iglesia centrará su amor, sostendrá y armonizará su vida entera y será punto de convergencia que dará unidad a su itinerario espiritual y su actividad apostólica.
La última etapa de su existencia la dedicó a atender a los marginados, en Barcelona, acogió en su domicilio a personas enfermas en el cuerpo y en el espíritu. Así demostró su profundo amor a la Iglesia:
Fue el fundador de los hermanos de la Enseñanza y de las hermanas terciarias de la Virgen del Carmen, dos congregaciones: Carmelitas Misioneras y Carmelitas Misioneras Teresianas.
"Y ahora que te he encontrado, te amo. Tú lo sabes. Mi vida es lo menos que puedo ofrecerte en correspondencia a tu amor. La pasión del amor que me devora encontrará en ti su pábilo porque eres tan bella como Dios ... Mi corazón ha sido creado para amarte. Aquí lo tienes. Es tuyo. Ya no es cosa mía sino propiedad tuya. Porque te amo, dispón de mi vida ... y de todo lo que soy y tengo".
Culminó su servicio con la atención a los apestados de Calasanz, cuidados por sus hijas donde Palau se hizo presente para confortarlas. Murió en Tarragona el 20 de marzo de 1872. Sus restos se encuentran en la capilla de la casa madre de las Carmelitas Misioneras Teresianas. Sus últimas palabras son una queja:
"¡Dios mío! ¡Me has cambiado la suerte! Había anhelado vivamente el martirio y muere rodeado de quienes le aman. Es ahora, con este paso, que ha vivido la realidad, tantas veces presentida: ¡Qué delicioso es el reposo en los brazos de una madre virgen tan transparente como es la Iglesia triunfante!".
El Papa, Juan Pablo II, lo declaró Beato el 23 de abril de 1988.
El día de su fiesta litúrgica es el 7 de noviembre.
"¡Amada Iglesia estabas tan cerca de mí y yo no lo sabía! Estabas dentro de mí mismo y yo te buscaba tan lejos. ¿Por qué no te hiciste visible? Pasados cuarenta años en busca tuya, te encontré. Te encontré porque tú me saliste al encuentro, te encontré porque tú te diste a conocer".
Oración para pedir su intercesión
¡Oh Señor! Tu elegiste al Beato Francisco Palau, para proclamar ante los hombres el gran misterio de la Iglesia Santa. Vivió entregado al servicio de los hermanos extendiendo entre los hombres el mensaje del Evangelio y promoviendo entre ellos la conciencia viva de su participación en el Cuerpo Místico de Cristo. Te pedimos, Señor, que su glorificación por la Iglesia sirva para que todos los hombres se sientan cada vez más unidos en el único Pueblo de Dios. Concédenos también por su intercesión la gracia especial que ahora te pedimos. Amén
"Vivo y viviré por la iglesia"
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